martes, 12 de febrero de 2008

Hermanos Mayo



Desde 1940, este colectivo de fotógrafos ha contribuido a redefinir el periodismo gráfico en México, pero tuvo su origen en España al borde de una de las grandes conflagraciones del siglo veinte, la Guerra Civil. Ahí, en vísperas de tanta esperanza y decepción, empezó su vínculo con “los de abajo” que dura hasta hoy en día. El apellido “Mayo” que han usado los miembros del colectivo es un “nombre de batalla” que refleja el compromiso con la clase obrera de los cinco “hermanos”
Al empezar la Guerra Civil Española, se incorporaron en diversas unidades. Julio fue el único que peleó con armas además de la cámara; fue artillero y al mismo tiempo fotógrafo del periódico Superación. Faustino trabajaba para el conocido fotoperiodista español, José María Díaz Casariego, y durante la defensa de Madrid tomó unas fotos que impresionaron mucho a Enrique Lister, Comandante de la Onceava División. Cuando Lister vio las fotos publicadas, llamó al periódico y dijo: “Quiero a ese joven reportero”. Faustino entró en las fuerzas de Lister y fue enviado a trabajar para el periódico de la Primera Brigada, Pasaremos, el cual era dirigido por el más tarde famoso filósofo marxista radicado en México, Adolfo Sánchez Vázquez. El fotógrafo sirvió en varios frentes de guerra —Madrid, la sierra de Guadarrama, Jarama, el Ebro, Belchite, Barcelona— pero siempre como fotoperiodista.



El 13 de junio de 1939, tres de los Hermanos Mayo —Paco, Faustino y Cándido— arribaron a Veracruz a bordo del barco Sinaia. Llegaron junto con otros mil seiscientos refugiados, quienes constituyeron “La Primera Expedición de Republicanos Españoles a México”, la obra de los Hermanos Mayo es una expresión más de esa antigua tradición mexicana en la cual el arte es producto de la lucha por el pan de cada día. Sin embargo, los Mayo —como los braceros— tuvieron que hacer ajustes en su nuevo país y sufrir prejuicios y discriminación. Faustino cuenta cómo le ofrecieron entrar como fotógrafo en La Prensa, pero el jefe de fotografía, Miguel Casasola, y los otros fotógrafos lo rechazaron —“¡Cómo, un refugiado aquí!” Fue asignado a hacer las tareas más repugnantes, como la de cubrir la policía pero, como cuenta Faustino, su experiencia y su amabilidad le sirvieron bien.
Era de esperarse que los Mayo retratarían con empatía las colas sin fin donde los hombres esperan. Los cascos franceses de los policías deben haber sido sólo un toque irónico para hacer a los Mayo recordar las filas, las formas para llenar y las firmas necesarias para poder salir de Francia. Habían sufrido algo similar y los Mayo tienen un ojo agudo para lo inhumano de los trámites burocráticos que los braceros tenían que realizar en el Distrito Federal para poder salir legalmente. Así, documentaron a los aspirantes inclinados sobre los papeles en los escritorios de los burócratas… como pronto iban a estar agachados en los campos de los Estados Unidos.


Dado su pasado como refugiados, su situación como trabajadores y su conciencia de ello, los Mayo han podido producir estas delgadas rebanadas de tiempo. Queda plasmada una visión poderosa y penetrante de los braceros, al retratar no sólo su opresión —su condición de “pobres diablos”— sino al expresar, además, su decisión y su capacidad de actuar en las condiciones más inhumanas. Como los braceros, los Mayo “eligieron” cambiarse de lugar, mudarse en vez de morir, ya sea físicamente o en cuanto a su capacidad de crear, como le sucedió a Alfonso Sánchez García, el importante fotoperiodista español de los años treinta a quien se le prohibió practicar periodismo y se vio reducido a sacar retratos de generales franquistas en poses triunfantes sobre la destrucción que causaron. Pero, si hay que celebrar el arte de los Mayo, habrá que recordar que las circunstancias tenían que existir para poder ser fotografiadas. Como dijo Julio Mayo, “La fotografía tiene también su parte creativa, pero dentro de la realidad”.

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